¿Qué hay detrás de la llamada a regular la IA por parte del CEO responsable de Chat GPT?

Sam Altman, CEO de Open AI, se ha mostrado preocupado en el Senado de los Estados Unidos debido al avance y los riesgos de la inteligencia artificial generativa que él mismo ha masificado

Open AI es la empresa más emblemática en esta nueva cuarta revolución industrial. Con programas como Chat GPT, Dall-E2, que permite crear imágenes inéditas con la entrega de instrucciones, o Whisper, que transcribe en segundos grandes cantidades de datos en formato audio. Ante el Senado estadounidense, su CEO, Sam Altman, se ha mostrado preocupado y ha propuesto que se establezcan regulaciones rápidamente. Esto naturalmente ha llamada la atención dada la paradoja que se suscita y las reflexiones que se desprenden de sus palabras.

El pasado martes, Altman se mostró respetuoso ante la Cámara, con un aire de consenso ante expertos en IA como Gary Marcus o Christina Montgomery, encargada de datos privados en IBM, entre otros. El comité se reunió en una audiencia llamada “Oversight of A.I.: Rules for Artificcial Intelligence”, en la que también había demócratas y republicanos presentes y donde se comenzó con la reproducción de la voz del senador Richard Blumenthal, un deepfake, para ilustrar los peligros de la IA.

Más tarde, el demócrata en persona hizo mención a que no debían cometerse los mismos errores que se dieron con las redes sociales, como el escándalo de Cambridge Analytica. En este sentido, la cautela se propone ante la alta cantidad de información falsa y la facilidad para crear fake news, los ciberataques, que ganan en sofisticación, los derechos de autor en el mundo del arte o el peligro que corre el mercado laboral, junto a los problemas psicológicos que se pueden generar en los trabajadores.

Curiosamente, el director de Open AI no solo se mostró solícito, sino que pidió la creación de una agencia federal independiente para vigilar el desarrollo de esta tecnología y el establecimiento de licencias de uso para los algoritmos aplicados, con la posibilidad de ser revocadas si no se cumplen, al estilo de las agencias de alimentación. Si bien se mostró a favor de la estrategia de su empresa y de su misión para democratizar los softwares implicados, planteó que una intervención del Gobierno es necesaria “para limitar los riesgos de esta tecnología que se hace día a día más poderosa”.

¿Existe alguna razón?

¿Por qué Altman quiere poner límites a una tecnología que su empresa está desarrollando y es líder en el sector? Solo un par de días después de la audiencia, se plantean varias teorías. Su actitud indulgente puede tener relación con que sería una mala jugada para sus propios intereses mostrarse poco colaborador, teniendo en cuenta el escándalo de Mark Zuckerberg en el pasado.

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Por otro lado, al considerar lo que sucedió en Italia tras la prohibición —levantada hace pocos días— de Chat GPT por no cumplir con la ley de protección de datos local, a Altman podría interesarle que no existan tantos modelos como países interesados en imponer sus leyes para el ingreso de esta tecnología. Por ello, es posible que quiera un referente y un antecedente para fijar las leyes que regularán la IA del futuro, y no hay ninguno mejor que el de su propio país. El próximo año, Estados Unidos vive elecciones y uno de los temores es que esta tecnología tenga protagonismo, lo que sería “catastrófico para la industria”, según recalca el medio francés La Tribune. “La capacidad de estos modelos para manipular la opinión es uno de mis peores temores”, reconoció el CEO.

Al mismo tiempo, todo es una cuestión de dar buena imagen; no tendría sentido admitir que la situación se sale de control.